La compra por impulso es aquella que tiene lugar de manera espontánea y no planificada, que se produce de manera impulsiva en el lugar de la compra y se ve condicionada por varios factores externos.
Es habitual que muchos consumidores, que aun preparando la lista de la compra antes de acudir al supermercado, salen del establecimiento con mas productos de los planificados. Esto se debe que gran parte de las compras se realizan por impulso, y existen numerosos estudios que así lo acreditan, ya desde el año 1967 en un estudio realizado por Kollat y Willet se analizaron a 596 compradores de 64 categorías diferentes, donde el nivel de compra por impulso fue del 50,5%.
Dichas compras por impulso suelen ser adquisiciones de última hora, sobre todo de productos de bajo importe, para los que se usan técnicas de marketing como la colocación de productos de uso común en las cajas de los supermercados, una decoración especial a un producto atractivo o descuentos en el precio de un producto habitual.
Generalmente, aquello que hace que una compra acabe siendo por impulso es la emoción que hay detrás. En muchas ocasiones, acabamos comprando por impulso debido a un capricho o la búsqueda de un placer instantáneo. Es habitual que estas compras impulsivas se basen en una emoción que suele suponer la búsqueda de un placer instantáneo. Son actos de compra poco pensados, en la que el consumidor se debate entre la responsabilidad y el deseo de satisfacer un deseo.